El día anterior me enfoqué en alimentarme bien, mantenerme hidratado y dejar todo listo. Disfruté mi última comida tranquilo y me acosté temprano para descansar lo necesario. Al despertar, 3 horas antes de la partida, desayuné mi pan con mermelada y, 2 horas antes, el shot de betarraga. Después, mi pareja me llevó al bus bajo una lluvia persistente y fría.
Al llegar al refugio, me quité la ropa de abrigo y la envié a la meta en el drop bag. Decidí no hacer calentamiento afuera porque el clima estaba muy difícil y la lluvia no paraba. Aproveché de hacer bastante movilidad adentro, tomar mi última hidratación y mentalizarme. Sabía que los primeros 5 kilómetros eran planos y podía usarlos para entrar en calor.
Me coloqué en la línea de partida solo con polera, a pesar de la lluvia. Alguien de la organización me sugirió que me pusiera el impermeable, pero sabía que me lo quitaría pronto igual, así que opté por no usarlo. Antes de largar, hicieron un hermoso ritual mapuche, conmemorando la noche más larga del año, que le dio un toque especial y muy emotivo al momento.
La carrera partió fuerte. Los primeros corredores se escaparon en los primeros metros. Yo mantuve la calma y comencé a subir el ritmo a medida que mi cuerpo entraba en calor. Sentía que podía haber ido un poco más rápido, pero preferí no arriesgar tanto tan temprano.
Llegué al primer punto de abastecimiento en la posición 14. Desde ahí empezó la primera subida, donde se armó un taco de corredores. Con paciencia y estrategia, fui adelantando por los costados. Más arriba, después de esa subida difícil, le pregunté a un corredor cuántos más iban adelante y escuché que solo quedaban dos, así que ya estaba peleando por los puestos de podio.
En el punto de abastecimiento del kilómetro 16 pasé en cuarta posición. Cargué agua, me tomé las pastillas de sal y seguí el rumbo de la carrera. Un poco más adelante, en el primer descenso de la carrera, alcancé a los corredores de adelante y los vi bajando con dificultad por ese sendero de barro y gran parte de un mini río. Pedí permiso para pasar y me lo dieron.
En el kilómetro 24 llegué al punto de abastecimiento en primer lugar. Mientras recargaba agua y tomaba mis pastillas de sal, los argentinos que venían cerca me pasaron, así que volví a salir en tercera posición. Un poco más adelante me alcanzó Sergio y me pasó a buen ritmo, quedando en ese punto en 4.ª posición. En ese momento Patricio y Sergio comenzaron a tomar distancia, y yo no podía ir al ritmo de ellos, pero sí me alcanzaba para adelantar al tercer argentino y asegurar la 3.ª posición. Al final de la siguiente subida, ya lo había pasado, asegurando el 3.º puesto y comenzando a escaparme poco a poco.
Al pasar el cuarto punto de abastecimiento decidí no detenerme. Me sentía bien, la alimentación venía funcionando perfecto y seguía cómodo en 3.ª posición. Luego, en un descenso de mucho barro (kilómetro 33 más o menos), alcancé a Patricio y le tomé ventaja. Sentí un golpe de motivación extra porque los había visto avanzar muy fuertes y no creía que pudiera alcanzarlos. Más adelante, en el kilómetro 38 más o menos, vi a Sergio y vi mi oportunidad de poder adelantarlo. Ya no iba como hace un momento, en donde se le veía fuerte.
En el kilómetro 41, cuando se terminaba el descenso, estaba mi familia animándome y apoyándome bajo la lluvia, lo que me dio un impulso enorme.
Los últimos kilómetros fueron una mezcla de emoción, cansancio y determinación. Miré hacia atrás un par de veces y ya no venía nadie cerca. En ese momento supe que la carrera era mía. Me permití disfrutar ese último tramo, apretando el ritmo para cerrar bien. Crucé la meta en primer lugar, con mi familia esperándome y celebrando conmigo, bajo la misma lluvia que nos acompañó toda la jornada.
Fue una carrera dura, rápida, con momentos de mucha estrategia, fuerza mental y corazón. Estoy feliz de haber corrido de esa forma, de haber manejado bien las sensaciones y de haber disfrutado cada kilómetro de este tremendo desafío.